Humboldt en el Antisana

28 mayo 2021 - IR AL BLOG - Comentarios -

Humboldt en el antisana

Por: Adrian Soria

Alexander Humboldt al llegar a Quito el 6 de enero de 1802 se sintió impresionado por ser una gran ciudad enclavada entre valles, quebradas e impresionantes volcanes. Durante su estadía en la ciudad, Humboldt y Bonpland, fueron huéspedes del Marqués de Selva Alegre, Juan Pio Montufar, en sus en sus dos casas, la primera ubicada en lo que hoy queda la Plaza Chica en el Centro Histórico de la ciudad y en la Hacienda de Chillo ubicada en el sector del Valle de los Chillos. Durante los primeros días en la ciudad Humboldt se dedicó a recorrer sus calles tomando minuciosas notas de sus templos, casas y sobre todo sus bibliotecas. Durante este tiempo conoció entre muchas personas a Carlos Montufar, hijo del Marqués de Selva Alegre, quien rápidamente se ganó el aprecio de Humboldt y pasó a ser parte del equipo.

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Humboldt estaba ansioso en explorar los grandes volcanes que rodean a Quito, es así que decidió su primera gran exploración al Antisana. El 14 de marzo salieron desde la Hacienda de Chillo en dirección a Pintag, el equipo encabezado por Humboldt, Bonpland y Carlos Montufar quienes estuvieron acompañados en esta ocasión por Francisco Aguirre, Juan José Matheu Herrera y una pequeña caravana de porteadores a caballo. En unas horas llegaron a Pintag, en donde realizaron observaciones en este sector, se hospedaron en la hacienda de “Yana Compañía” propiedad del quiteño José de Aguirre.

Al amanecer del 15 de marzo salieron rumbo a los altos páramos del Antisana, mientras ascendían se encontraron con el gran flujo de lava del Antisanilla, el que llamó la atención de Humboldt realizando una rápida exploración geológica y botánica en la zona en el sector de las Secas. Continuaron su ascensión al páramo y en este tramo se sumó una nueva compañera al viaje, “la papacara” que como Humboldt la describe eran como agujas de hielo que caían desde el cielo y lastimaban el rostro de los exploradores. 


Alcanzaron el sector de la Laguna de Muertepungo y encaminaron su rumbo por entre los altos pajonales y fangosos humedales que a momentos hacían difícil su recorrido llegando después de varias horas a la Laguna de la Mica en donde Humboldt registró la presencia de algunos venados, gran cantidad de toros de lidia, que eran populares por su bravura en las corridas en Quito. Después de un largo día de ascensión y exploración, llegaron a los 3.900 metros de altitud una choza mediana de piedra y lodo con techo de paja conocida como el Hato del Antisana, que era usada por los chagras cuando iban cuidar el ganado, propiedad del quiteño Joaquín Sánchez. Para Humboldt al ver esta vivienda en medio de los altos páramos la denominó como la “morada más alta del mundo”.

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La comida no había llegado junto con ellos, por lo que tuvieron que comer apenas unas pocas papas que encontraron en la casa. Para calentarse tuvieron que prender paja dentro de las habitaciones, las cuales rápidamente se llenaron de humo, todo esto acompañado con las canciones desentonadas de Francisco Aguirre acompañaron el inicio de esta que sería una larga noche. La altura y el frío pasaron factura al equipo, empezaron a tener dificultades para respirar y se sentían profundamente cansados y con dolor de cabeza, en especial Carlos Montufar que empezó a tener fuertes cólicos, Humboldt pasó la noche en vela cuidando a su compañero de viaje. Fue en las palabras de Humboldt “una noche cruel y tormentosa en donde el viento aullaba como el mar abierto”.

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Al amanecer del 16 de marzo, Montúfar se había recuperado y todos estaban listos para ascender hasta la cumbre de Antisana. Era un día despejado y Humboldt aprovechó para con ayuda de su cianómetro medir el azul del cielo, registrando que su tonalidad era más oscura que el del cielo de Europa. 

Iniciaron su ascenso en dirección al Cerro Chusalongo, recogiendo muestras botánicas y haciendo observaciones geográficas, para luego seguir en dirección al Antisana. Con el paso de la mañana, el clima se volvió más hostil cuando estaba ascendiendo por la ladera del volcán, tuvieron que buscar refugio en una cueva que encontraron a 4.800 metros de altura. Después de una hora el cielo se despejo dándoles un espectáculo único descrito por Humboldt así: “El sol ahuyentó toda la niebla, el velo se levantó y la cumbre cubierta de nieve del volcán apareció en toda su belleza”.

  Debido al cambiante clima y a la gran cantidad de nieve la cumbre del Antisana no pudo cumplirse, pero usaron el sitio para hacer la mayor colección botánica de los páramos que recorrieron. Estuvieron acompañados de fuertes vientos que sus sombreros eran arrebatados de sus cabezas llegando a ser tan fuerte que en algunas ocasiones tumbó a Bonpland al suelo cuando recogía sus muestras botánicas.

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Emprendieron el viaje de regresó el 17 de marzo, y pesar de regresaron sin haber alcanzado la cumbre del Antisana, Humboldt creía para la fecha que eran los seres humanos que más alto habían estado en el mundo. pero llenos de muestras botánicas y datos científicos que con el tiempo se convertirían en el corazón de sus futuras publicaciones sobre botánica en los Andes.


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Esta expedición puso al Antisana en la palestra de la ciencia y la conservación, le siguieron grandes exploradores como Alphonse Stubel, Reiss, Theodoro Wolf, Augusto N. Martinez y cientos de jóvenes científicos y artistas ecuatorianos e internacionales, así como instituciones como el Ministerio del Ambiente, el Fondo para la Protección del Agua (FONAG), la Empresa Pública de Agua Potable de Quito que en la actualidad siguen las huellas de Humboldt en el Antisana.

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